Full text: La hermosa jardinera (5)

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Y a] mismo tiempo, con la bien modelada y enguanta- 
da mano, le señaló un asiento á su lado. 
Esta mujer tiene el aplomo de una comedianta—se 
dijo el Muñeco. 
Y entró en el gabinete, 
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El Mufieco examinó con mucha atención á la mujer en 
cuya presencia se hallaba, y que parecía tranquila y SOn- 
riente. 
En su actitud reposada, mo se revelaba la menor emo- 
ción. 
—Ya sé, señor de Montgeron, á qué debo vuestra visi- 
ta—siguió diciendo la del cabello rojo. 
—¡Ah!—exclamó el Muñeco.—¿Lo sabéis, señora? 
—Sí, parece que mi marido os ganó una suma de bas- 
tante importancia. 
El asombro del Muñeco iba trocándose en estupor. 
—Y venís á pagarla—siguió diciendo ella, —cómo escla- 
vo que sois de la preocupación de que las deudas de 
juego deben pagarse en, el plazo de veinticuatro horas. 
Al pir esto último, ya no pudo contenerse más el Mu- 
Ññeco. 
—Creo, señora—dijo,—que hay una mala inteligencia 
entre nosotros. 
—¡Ah! ¿Qué queréis decir? 
—Que no soy el vizconde de Montgeron. 
La del cabello rojo se puso en pie, pareciendo á su 
vez asombrada. 
—¿Que no sois el vizconde de Montgeron? 
—No, señora. 
—¿Quién sois pues? 
—Un amigo del señor de Montgeron. 
—¿Y venís de su parte? 
Sin duda. 
Y al mismo tiempo sacó el Muñeco del bolsillo una 
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