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A
Esta dijo alguna palabra al oído del latrofaccioso.
»Miró Pedro con mucha atención á la marquesa y á
su hijo.
»La posadera seguía hablando en voz baja, y el atezado
rostro de Pedro se iba serenando poco á poco.
»Al cabo pronunció á su vez algunas palabras, lleván-
dose la mano al corazón.
»—Señora — dijo. la posadera á la marquesa. — Pedro
consiente en protegeros, y así me lo juró. El juramento
de Pedro es sagrado, y me lo juró por la Virgen. Dice
que es preciso que abandonéis inmediatamente á Ojaca,
y durante la noche, porque José Minós piensa empren-
der mañana una expedición.
»—¿ Y bien?—dijo la marquesa.
»—Pues, para que atraveséis la montaña sin peligro,
necesitáis un salvoconducto de José Minós, y para obte-
nerlo, se necesita llegar antes de que se haya marchado
el señor José.
»Hizo la marquesa una señal de asentimiento, dando 4
entender al latrofaccioso, que consentía en ponerse bajo
su protección.
La Criada, 4 la que llamó la posadera, fuese á llamar
al postillón.
»En un momento engancharon las mulas á la silla de
postas, y Pedro subió al pescante al lado del ayuda de
cámara.
»Algunos minutos después, tomó asiento la marquesal
en el coche, habiendo dejado, antes de hacerlo, algunas
monedas de oro en un rincón de la chimenea, empren-
diendo el viaje llena de confianza en el bandido.