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va á ver á la gran diosa en toda su majestad!
. “¡Gloria á Gipsy, la elegida de la diosa y la mís-
1Ca prometida de un estrangulador del paraíso !»
¡1 uno de los hombres replicaba:
«¡El azul brillante del cielo indio, el mar azul y
las estrellas de oro no son nada comparados con
OS esplendores del paraíso en el que Kali reina
como soberana!
“El oro, el nácar, el mármol y el pórfido se han
£Mpleado para la construcción del palacio en que
habita la diosa Kali.
, “AMí es en donde los trescientos dioses, de los
que hizo sus esposos, viven en medio de delicias
Continuas,
“Allí es en donde las jóvenes que murieron vír-
Stnes y á las que el fuego purificó gozarán de un
£terno reposo!
«¡Gloria á lí, Gipsy l»
na de las matronas dijo á su vez:
S “Muy pronta el alma desprendida de tu cuerpo
ITá á prosternarse á los pies de la diosa, que la
ará un cuerpo mil veces más hermoso.
¡Ah! ¿Por qué no nos está permitido seguirte?
“¡Ah! ¡Qué miserables que somos, que tenemos
que continuar viviendo encadenadas en la tierra !»
“Gloria á tí, Gipsy!—replicaba uno de los in-
108.—¡La diosa te dará por esposo al más valiente
€ sus hijos!...
mientras tanto que aquellos fanáticos conti-
Muaban danzando y entonando himnos alrededor
e la hoguera, empezaba Gipsy á sentir con más
AS bocanadas de calor,
Cro el humo no subía aún, y los haces de la
arte superior de la pira sobre los que descansaban
OS pies de la víctima, continuaban intactos, sin
haber prendido la llama en ellos.
también mientras tanto aquellos otros fanáti-
, 4 los que en Londres todos llamaban sir Jorge
Owe y sir Jacobo Nively, aquellos dos hombres,
Jue todos tenían por civilizados y que no eran más
Jue Salvajes, mostrábanse Screnos y sonrientes,
Cos