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Ta orgía inglesa es silenciosa, más no por eso
deja de ser brutal y siniestra.
Un populacho, cubierto de and ajos, suele cenar
desde las dos á las cuatro de la madrugada, en la
esquina de las calles, en las encrucijadas, en las
plazas ó en los pórticos de los palacios.
La civilización en su corrupción más repugnante,
el vicio,con su horror reglamentado, todo ello orde-
nado por la presencia de un constable ó agente,
representante de la ley y de la autoridad, se dan
cita en Haymarket,
Antes de llegar á la puerta de su casa, saliéron-
le al encuentro á sir Jorge Stowe, más de veinte
veces, irlandesas que le pedían un chelín y gent-
lemans sin zapatos, pero con frac negro, desprovis-
tos de ropa blanca, y cubierta clásicamente la ca-
beza con un resto de sombrero negro, y todos ten-
diendo la mano.
Tal vez por la primera vez en su vida tuvo el
feroz estrangulador un movimiento de compasión,
Tuvo lástima del pueblo inglés, del enemigo de
Su raza.
Arrojó diez chelines á derecha é izquierda y las
irlandesas se pelearon y golpearon de una manera
atroz, pero en silencio, porque está prohibido me-
ter ruido, y se robaron unas á otras las monedas
del caballero,
Entró en su casa el anglo-indio y se paseó un mo-
mento, con la cabeza ardorosa y el corazón lleno
de tempestades de ira, por el estrecho jardín que
precedía á la casa,
Podía decirse de él que en una hora había vivido
siglos.
De pronto había hecho una brecha en todos sus
sentimientos y creencias de toda la vida.
Un hombre, como él afiliado á la secta de los
estranguladores, decía de pronto que los dioses
del Indostán no existían,
¡Y aquellos dioses menospreciados no habían
aplastado al impío!
Y el mismo, el creyente y fiel á sus tradiciones,