Full text: Los estranguladores (2)

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A' popa, y en el único camarote, Gipsy, echada 
sobre un montón de paja, dormía con un sueño 
tan tranquilo, y estaba tan pálida, que se habría 
dicho que estaba muerta, 
Arrodillado á su lado y conteniendo el aliento, 
la contemplaba el Muñeco. 
Y con inocente ingenuidad, murmuró: 
—¡Qué hermosa es! 
De pronto sintió que se apoyaba una mano en 
su hombro, 
Volvióse asustado! y ahogó un grito de miedo y de 
confusión. 
¡El jefe!—exclamó 
Rocambole había sorprendido, en efecto, á aque- 
llos dos jóvenes, á la que dormía y al que velaba. 
La frente de Kocambole no estaba, sin embargo, 
sombría, sino que, grave, melancólico y muy emo- 
cionado, contempló al Muñeco, y le preguntó: 
—¿La amaríais? 
Púsose el rostro del Muñeco de color de escarlata 
y luego lo ocultó entre las manos, y dos gruesas 
ágrimas deslizáronse silenciosas entre sus dedos. 
Y Rocambole continuó: 
—Oyeme, hijo mío, cuando la casualidad te arro- 
jó en mi camino estabas en el fondo del abismo, las 
puertas de la cárcel se abrían para tí, y tarde 6 
temprano hubieras subido el cadalso. 
Pero tienes aún corazón y las personas que lo 
poseen pueden salvarse. 
El Muñeco se arrodilló á los pies de Rocam- 
bole y le besó las manos. 
—¡Amala! — dijo Rocambole. —¡Amala, que el 
amor purifica y rehabilita! 
Y el Muñeco se irguió transformado, con el ros- 
tro cubierto de lágrimas, pero con la mirada 
brillante y altiva. 
—¡ Haré, jefe, cuanto queráis!—dijo con voz des- 
conocida.—Íré á donde me mandéis, y, puesto que 
lo queréis. seré honrado y bueno, porque sois el 
primer hombre que me dijo que tenía corazón! 
No menos emocionado alejóse Rocambole, mur- 
o 
É
	        
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