Full text: Los estranguladores (2)

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Mientras tanto Milady y el pretendido buhonero 
entraban en la choza, 
—¿Qué hay, Franz?—preguntó la primera con 
súbita emoción en la voz, 
—Muy buenas noticias, señora, —respondió aquel 
á quien llamaban con un nombre alemán, 
—Mi hijo... 
—Apuesto; y galán como nunca, 
—¿Es feliz ? 
—Está enamorado como un loco 
En el rostro de Milady se reveló de pronto al- 
guna inquietud, 
—Se va á casar, —añadió Franz, 
—¡Dios mío! 
—Y será feliz porque la joven á la que ama es en- 
cantadora y pobre, y se lo deberá todo... 
El rostro ensombrecido de Milady se desarrugó 
poco á poco al oir estas palabras; el fulgor de sus 
ojos se apagó suavizándose, perdió aquel aire hu- 
raño que le era peculiar y cogiendo la mano del 
pretendido buhonero, que estaba en pie delante 
de ella, le dijo con voz conmovida: 
—¿Sabes, Franz, que tiene veinticuatro años y, 
que no le he visto apenas desde que tenía cinco? 
—Nunca me atreví, señora, á haceros una ob- 
servación; ejecuté servilmente vuestras órdenes sin 
discutirlas, —dijo Franz;—más como una máquina 
que como un hombre, Cuando mandáis jamás me 
atreví á levantar los ojos para. miraros 
—¿Y bien? 
—No me atrevo á hablar... 
—Habla; lo mando. 
—¿No os parece, señora, que el amor maternal 
redime muchos crímenes ? 
—¡ Calla! 
Pero Franz continuó con repentina vehemencia: 
—Os empeñasteis, señora, en que hablase y ha- 
blaré, 
Su interlocutora, sin fuerzas y quebrantada por 
la emoción, se sentó sobre un haz de hojarasca de 
los que había en la choza. ; 
—Hace veinte años, —empezó á decir aquel hon-
	        
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