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—|¡ Quiero que devuelvas la fortuna que robaste,
parricida!—gritó el espectro con voz tonante.
Y se dirigió hacia el lecho.
No le respondió nada Milady.
+ El espectro continuó:
E —¿ Te acuerdas de Glascow?
e —¡Compasión! ¡Misericordia! —palbuceó Milaay.
—¡ Te acuerdas de tu hermano ?
-—¡ Por piedad, compadecedme!
Ad —¿Devolverás la fortuna robada ?—siguió dicien-
cd do el espectro, acercándose amenazador al lecho
q y sacudiendo con furor las cadenas.
4 —Pero, ¿4 quién queréis que se la devuelva ?—
—A la hija de tu hermana.
—( Y si esa murió ?
—Vive, y yo te diré dónde se halla.
—¿ Tendré que despojar á mi hijo?—dijo Milady
con voz suplicante.
—Si, porque tu hijo es hijo de un crimen.
Milady no se había incorporado anhelosa y ja-
deante como de costumbre.
El espectro apoyó su mano huesosa en la cortina
del lecho.
—Ten presente, miss Elena, que si no devuelves
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3 la fortuna que robaste, tampoco aprovechará á lu
h hijo, —dijo.
Ml -—¿Qué decís ?—preguntó Milady, cuyo terror fué 4
y en aumento, lo mismo que su angustia.
0 —Que no la aprovechará, porque morirá, —aña- 3
id dió el espectro.
ñ -—(Que no la aprovechará, porque morirá.
Dió un grito Milady.
a Y el espectro repuso:
$ > —Si, mprirá durante la noche de su boda... al
lado de su dormida esposa.
4 —¡ Gracia! ¡Misericordia !-—gritó Milady cruzando
Y las manos.
Oyóse de pronto una voz burlona, estridente,
inexorable, como una sentencia sin apelación.
¡ Y tú vas á morir antes que él, miserable im-
postor !—dijo.
Apartó Franz bruscamente á un lado los corti-