Full text: Los estranguladores (2)

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por 
e Y) 
—-Pero. dime, señor, ¿no te expones al más terri- 
ble de los peligros? 
—Tal vez. 
—¿ Tanto es el interés que te inspira esa gitana 
que tienes empeño en salvarla? 
—Es preciso entablar la lucha, —respondió Ro- 
cambole. 
Y pasó un momento en silencioso recogimiento, 
durante el cual le contempló Vanda con ingenua 
admiración. 
-¿Te figuras. — preguntó Rocambole, —que cuan- 
do consentí en vivir, yo que no deseaba más que 
morir para conseguir el eterno reposo, fué para 
llevar la tranquila vida del tendero retirado de los 
negocios? : 
—Es muy justo, —asintió Vanda suspirando. 
Inclinó Rocambole la cabeza y de sus ojos se 
desprendió una lágrima que cayó ardiente sobre 
la mano de Vanda. 
Estremecióse ésta y preguntó con voz conmovida: 
¿Sufres mucho? 
Al oir estas palabras irguióse Rocambole; su mi- 
rada centelleó y echando hacia atrás la cabeza 
con un movimiento altivo, exclamó: 
-¡El dolor purifica! 
No le respondió Vanda, pero en voz baja mur- 
muró, como hablando á solas: 
—¡Ah! ¿Por qué encontró á Magdalena? Ese 
amor sin esperanza es la expiación, 
MUI 
'AKquella noche, £ eso de tas ocho, había más con- 
currencia que de costumbre en la taberna del Rey 
Jorge. 
A los concurrentes de diario se habían agre- 
gado los de los días de fiesta. 
íntre estos figuraban algún cervecero, tahonero, 
curtidor ó zapatero, que trabajan toda la semana 
y, que, aquel día, habían abandonado una hora 
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