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Animado con un elosio semejante, habria sido
capaz el Muñeco de ir hasta el fin del mundo.
tocambole llevaba siempre encima, desde que
estaba en Londres. un frasquito de sales,
Lo destapó y lo hizo aspirar á Gipsy gucexbhaló
un suspiro y abrió los ojos, y al volver en sí reco:
noció á Rocambole,
—¡ Dios mío !—exclamó.—¿ Qué es lo que ha pa:
sado ?
—Lo que pasó, fué, que intentaron estrangular:
me y no lo han logrado, —respondió tocambole.
Sonrióse al mismo tiempo, y Gipsy pudo conven:
cerse de que estaba sano y salvo.
lecuerdo que un hombre me cogió en sus bra:
zos, —dijo poniéndose en pie, —y su aliento me pa:
reció el de una fiera.
-No lo volverá á hacer más, —dijo Rocambole
Y empujó con +1 pie al indio. que seguía relcr-
ciéndose en el suelo con las convulsiones de la
agonía.
Hizo Gipsy un gesto de horror. y luego púsose á
contemplar 4 Rocambole con ingenua admiración
*—¿Qué clase de hombre sois?—preguntó.
—Un hombre que os protege y que no se vana:
glorió en vano de hacerlo, —respondió Rocambole
—¡ Vamos! Venid, que es muy tarde y hay que vol:
ver á Londres.
Gipsy, que de pronto había recobrado el senti:
miento de la realidad, se acordó de que sir Arturc
Newil la estaba esperando.
—Tenéis razón, —dijo,—vámonos.
Cogióse del brazo de Rocambole y se apoyó er
él con ingenua confianza.
—Echa á andar adelante, muchacho, — ordené
Rocambole al Muñeco.
Este, revólver en mano, abrió ta marcha cón le
dignidad de un pertiguero, de parroquia que pre:
cede á una boda.
Pusiéronse en marcha Rocambole v Gipsy, éste
temblando aún, pero teniendo más te que nunca er
el poder de su protector, sobre todo después de 1c
ocurrido,