Full text: Los estranguladores (2)

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Uno de ellos vestía á la europea, y el otro lleva- 
ba el calzón blanco y la blusa de seda azul de los 
cipayos. 
Su tez era de un tinte cobrizo tan obscuro que 
parecía negro, y sus dientes de una blancura des- 
lumbradora, Ñ 
Llevaba desnudos los brazos, pies y piernas, y 
cubría la cabeza con un amplio y blanco turbante 
arrollado á la moda india. 
Era de una estatura colosal y sus anchos hom- 
bros atestiguaban que estaba dotado de un vigor 
poco común, 
El otro, por el contrario, vestía, ya lo hemos di- 
cho, á la europea y gastaba frac azul con botón de 
oro, chaleco blanco y pantalón gris. Ocultaba su 
rostro un ancho antifaz de terciopelo negro que no 
permitía ver ni uno solo de los rasgos de aquél, 
Al entrar, el que vestía á la europea, hizo una 
señal al indio. 
Este quitó con mucha ligereza la mordaza á sir 
'Arturo, pero no le desató ni los brazos ni las pier- 
nas, 
Obedeciendo á otra seña se marchó el indio, sa- 
ludando antes á la oriental, y dando pruebas de 
gran respeto al hombre cuyas órdenes obedeciera, 
El del antifaz señaló un asiento á su prisionero 
diciéndole: 
—Hacedme el favor de sentaros, sir Arturo. 
Al oirse este último llamar por su nombre se 
acordó de aquellos de sus compañeros de club que 
habían registrado medio Londres, con el solo Ob- 
jeto de enterarse cuál era Su nueva misteriosa 
existencia, 
Una vez más se creyó víctima de una mistifica- 
ción ideada por aquellos señores, y dijo al enmas- 
carado: 
_ —¿No OS parece, señor mío, que esta mascarada 
de mal gusto se prolonga más de lo debido? 
—Caballero, ni aquellos 4 quienes obedezco ni yo 
mismo hemos pensado nunca en bromear, —res- 
pondió el del antifaz, 
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