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gaba su vida, sino que además comprometía la
“vuestra.
Sir Arturo hizo un brusco movimiento en el si-
llón en que se había desplomado, mejor que sen-
tado,
-¿Sabéis cuál era su verdadero nombre?—pre-
guntó el del antifaz.
—Lo ignoro,
—¿ Y profesión ?
—¿ Tenía acaso alguna?
Por bajo del antifaz asomó una sonrisa cruel en
los labios del interlocutor de sir Arturo,
—¿Sabéis, sir Arturo, que vos que sois un patri-
cio, un baronet, primo de miss Cecilia, tenéis re-
laciones desde hace dos años con una bailarina de
calle, con una muchacha del Wapping que se llama
Gipsy la gitana?
Dió sir Arturo un grito terrible y sintió que su
orgullo se rebelaba mientras que su sangre aristo-
crática se le agolpaba al rostro,
XIX
Para comprender el por qué de aquel horror que
se revelaba en el rostro de sir Arturo Newil, hay
que saber cuán grande es la preocupación que con-
dena en Inglaterra á los gitanos á vivir como una
raza separada,
Y no obstante, en materia de casamiento no son
los ingleses muy delicados,
Un noble arruinado se casa tranquilamente con
la hija de un cervecero millonario, con 'objeto de
restaurar su cuarteado blasón ó adquirir influencia
bastante para que le elijan miembro de la Cámara
de los Comunes.
Los hay también que se mezclan con la raza in-
glesa y se casan con la hija de un nabab.
Y hasta se ha visto, aunque en casos muy conla-
dos, á un var del reino unirse con una muier per-
dida,