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había procurado hacerlo antes con ella, y luego
la dijo:
«—Vamos a marcharnos juntas y nos instala-
remos a la cabecera de su lecho, y la presencia
de su madre apresurará su curación.»
Al oir estas palabras, dió miss Elena pruebas
de un gran temor,
«—¡No! ¡No!-—dijo.—¡Es imposible! No
puede ser...»
Y pidió a María que la jurase que no daría
nunca cuenta a Luciano de aquella entrevista.
Como yo me había presentado como un amigo
de Luciano, y además acompañado como testigo
a éste, miss Elena me demostró igual confianza
y me hizo prestar el mismo juramento.
Pero, ¿cómo se explica que no quiera ver a
su hijo? —dijo Vanda interrumpiéndole.
No debe ser cosa suya, sino de Ali Remjeh
que se opone. Lo adiviné al observar el súbito
terror que se apoderaba de ella.
De manera que ahora estás en muy buenas
relaciones con miss Elena—observó Vanda.
Y con el mayor Hof, su cómplice. Renové
mi conocimiento con él cuando acompañé a miss
Elena al Gran Hotel.
¿Y qué es lo que piensas hacer ahora ?
“Miss Eleña no tiene en su corazón más que
una sola pasión; el amor maternal. Ahí es en
donde hay que herirla.
¿Y cómo?
Supón que desaparece María Berthoud.
Conformes.
Y que a Luciano se le dice que fué su madre
la que la hizo desaparecer.
Está bien; ¿y después ?
Se le dice: ¿Veis esa mujer que pasa? Pues
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