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—¿Tenéis en esta casa una habitación lo sufi-
cientemente retirada para que nadie pueda oir lo
que tengo que deciros ?
Sir Nively se apresuró a responder:
En esta casa no hay más que una persona
que sepa el inglés, y en ella tengo completa con-
fianza,
Por los labios del desconocido vagó una bur-
lona sonrisa.
—Pues precisamente, de esa persona es de la
que hay que desconfiar—dijo.
A no ser por la mirada autoritaria con que
- subrayó estas palabras, quizá sir Jacobo habría
mandado que pusiesen en la calle al desconocido.
Pero sir Nively, que sabía apreciar con una
ojeada a los hombres, y que en su vida había
mandado muchos, no pudo por menos de estre-
mecerse y de decir:
Hacedme el favor de explicaros.
Dejó el desconocido el sombrero en una silla,
y se quedó, como suele decirse, más a sus an-
chas.
Miró después cara a cara a sir Nively, y le
dijo: y
Aquí no estamos en Londres, sir Nively, y
aquí, aunque tengáis estranguladores a vuestras
órdenes, no están en vuestra casa. S1 Os pasase
por la cabeza la idea de hacerme violencia, nadie
acudiría a ayudaros y yo me iría tranquilamente.
No os admiréis, por consiguiente, de mis moda-
les, y estad seguro de que si os faltase la pa-
ciencia, perderíais quizás la única ocasión que
tenéis de encontrar a Gipsy, y de salvar esa
fortuna que ella puede reclamar el día menos
pensado.
Todo esto, lo dijo el desconocido fría y clara-
Historia de un crimen, —8
A