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—¿Está el coche al otro lado de la tapia ?
preguntó Rocambole.
Sí,
Pues encárgate tú de ese fardo...
Dijo Rocambole, y ayudado de Vanda, cogió al
baronet sir Jacobo Nively, tan inerte como un
cadáver, y lo acercó a la ventana.
Al pie de ésta hallábase Milón con las piernas
abiertas y el busto echado atrás, lo mismo que
un Hércules de feria, que espera la caída de un
compañero.
Vanda y Rocambole levantaron al baronet, le
pasaron por encima de la cornisa, y dejáronle
caer en los brazos del coloso Milón.
Este último se cargó al baronet a cuestas, y
echó a correr a través del jardín.
¡ Adiós! —dijo Rocambole a Vanda.
¡Cómo! -—exclamó ésta.—¿Me dejas aquí?
—Sí—respondió Rocambole, que estaba monta-
do a horcajadas en la ventana, para saltar al
jardín.
¿Y por qué?
Porque te necesito aquí.
- ¡Ah!
¿No te conté la historia de miss Elena y Ali
Remjeh ?
Sí, es cierto.
Pues bien; ese Ali Remjeh, jefe supremo de
los Estranguladores, que hace veinte años se
marchó a la India, vuelve de allí muy enamorado
de miss Elena.
-¿De veras?
Sí, y tanto que quiere casarse con ella; pero
miss Elena no qhiere...
- ¿Por qué razón ?
Porque hace mucho tiempo corresponde al