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Vanda cayó de pie y no se hizo ningún daño.
Ahora bajad vosotros—dijo Timoleón,—no
os entretengáis.
La Chata y el Pastelero se echaron al pozo uno
tras otro, y se encontraron entonces a la entrada
de una mina subterránea que tenía la altura
de un hombre, pero que era muy estrecha y que
parecía irse hundiendo poco a poco en tierra.
—Vigilad bien a la señorita--ordenó Timoleón
otra vez.
¿Queréis que la estrangule aquí mismo ?
preguntó la Chata.
Aun no; más adelante.
Sacó Timoleón del bolsillo una segunda pelota
de estopa, para reemplazar a la primera que
estaba medio consumida y que apagó poniendo
el pie encima. e
Provisto luego de la nueva antorcha, se internó
en el subterráneo, cuya entrada acababa de des-
embarazar Timoleón.
-—Andando—dijo la Chata empujando a Vanda.
_ Esta se había propuesto no hacer ninguna re-
sistencia.
Echó a andar pisando «casi los talones de Ti-
moleón, siguiéndoles la Chata, que prodigaba
sin cesar los insultos y los empujones.
El Pastelero cerraba la marcha.
Aquel pasillo subterráneo era indudablemente
obra de los hombres.
Era un pasadizo o mina abierto a pico en la
piedra yesosa, que forma todo el yacimiento de
las canteras de Pantin.
Se podían ver aún las señales de los picos
que habían servido para abrirlo.
De su aspecto se deducía desde luego que
aquella mina no había servido nunca para la ex-
tracción de piedra, siendo lo más probable que,