Full text: Historia de un crimen (3)

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Vanda cayó de pie y no se hizo ningún daño. 
Ahora bajad vosotros—dijo Timoleón,—no 
os entretengáis. 
La Chata y el Pastelero se echaron al pozo uno 
tras otro, y se encontraron entonces a la entrada 
de una mina subterránea que tenía la altura 
de un hombre, pero que era muy estrecha y que 
parecía irse hundiendo poco a poco en tierra. 
—Vigilad bien a la señorita--ordenó Timoleón 
otra vez. 
¿Queréis que la estrangule aquí mismo ? 
preguntó la Chata. 
Aun no; más adelante. 
Sacó Timoleón del bolsillo una segunda pelota 
de estopa, para reemplazar a la primera que 
estaba medio consumida y que apagó poniendo 
el pie encima. e 
Provisto luego de la nueva antorcha, se internó 
en el subterráneo, cuya entrada acababa de des- 
embarazar Timoleón. 
-—Andando—dijo la Chata empujando a Vanda. 
_ Esta se había propuesto no hacer ninguna re- 
sistencia. 
Echó a andar pisando «casi los talones de Ti- 
moleón, siguiéndoles la Chata, que prodigaba 
sin cesar los insultos y los empujones. 
El Pastelero cerraba la marcha. 
Aquel pasillo subterráneo era indudablemente 
obra de los hombres. 
Era un pasadizo o mina abierto a pico en la 
piedra yesosa, que forma todo el yacimiento de 
las canteras de Pantin. 
Se podían ver aún las señales de los picos 
que habían servido para abrirlo. 
De su aspecto se deducía desde luego que 
aquella mina no había servido nunca para la ex- 
tracción de piedra, siendo lo más probable que,
	        
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