Full text: Historia de un crimen (3)

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Pues ahí abajo, en el arroyo, se ven per- 
fectamente sus huellas. 
Está bien. 
Y en la tienda, vi dos huellas de pasos; una 
de un paso pesado, el de un hombre que lleva 
una carga a cuestas, el paso de Milón que llevaba 
al inglés, y la de una bota fina, ligera, que no 
puede pertenecer más que a Rocambole. 
De manera que han venido aquí... 
Estoy seguro de ello. 
—¿ Y el frutero es un cómplice ? 
—¿Por qué no? Es un licenciado de presidio. 
¡Bueno! Lo comprendo todo; mas, ¿en dón- 
de han ocultado al inglés ? 
No lo sé ahora, pero esta noche lo sabré, 
Ahora fíjate bien en lo que voy a decirte. 
Os escucho. 
—Vas a irte en busca de la. Chata. 
—Precisamente, me estará esperando en la 
esquina del bulevar y de la calle de Saint Mar- 
tín. 
En cuanto a la señorita, está muy bien 
atada para que pueda moverse—siguió diciendo 
Timoleón, y aludiendo a Vanda,—y probable- 
mente habrá tenido algún disgusto con las ratas, 
pero esto no será cosa de gravedad, y además, 
no puede uno preverlo todo. Ahora ld que hay, 
es que no quiero que muera de hambre; al con- 
trario, necesito que viva. 
PELO 
-—Dime, Pastelero, ¿quieres o no vengarte de 
Rocambole ?-—preguntó Tiimoleón. 
¡Que si quiero vengarme! 
Pues bien; fíjate en esto: Si no se siguen al 
pie de la letra mis órdenes, no respondo abso- 
lutamente de nada. Hay más, os abandono, y 
hago las paces con Rocambole.
	        
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