Full text: Historia de un crimen (3)

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Por último.se apagó la luz, y dejaron de oirse 
los pasos. 
El Muerte de los Valientes y el Guillotinado, 
se habían acostado. 
No quedaba más que un hombre de la banda 
de Rocambole, del que Timolecón no tenía no- 
ticias; pero Milón, que era de quien se trataba, 
no había hecho más que presentarse durante 
yn momento en el establecimiento de la calle 
de Vert-Bois, y luego se marchó apresurada- 
mente para irse a reunir con Rocambole. 
A la sazón, reinaba el más profundo silencio en 
la casa. 
Cuando estuvo bien seguro de que no le mo- 
lestaría nadie, abrió Timoleón los postiguillos 
de la ventana que indicara al Pastelero, y éste 
no tardó en presentarse al extremo de la calle. 
El falso memorialista se descalzó entonces, y 
bajó lentamente la escalera. 
Durante el día, había tenido ocasión de ob- 
servar que la puerta de la casa no se abría 
como la de la mayor parte de las casas de Pa- 
rís, por medio de un cordón o cadenita de que 
se tira desde la portería, sino que desde la 
parte de fuera, tenía una placa pequeña del 
tamaño de una moneda de diez céntimos, y € 
iniciado en aquel secreto de Polichinela, hacía 
funcionar con el dedo un pestillo, y se abría 
la puerta. 
Hizo todo esto Timoleón, abrió la puerta, y 
entró el Pastelero. 
Quítáte los zapatos—le dijo Timoleón co- 
giéndole de la mano, -y ten cuidado no tropieces 
al subir. 
A. los dos minutos, el falso agente de coloca- 
ciones y su acólito, estaban encerrados en el 
primer piso, y hablaban en voz baja.
	        
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