— 186 —
Durante el día había visto Timoleón la huella
de la botina al lado de una puerta que corres
pondía a otra cueva.
En ésta era en la que debía estar encerrado
el inglés.
Detúvose más y se puso a escuchar.
La víspera había llegado demasiado tarde para
impedir el secuestro del baronet, y existía una
circunstancia que Timoleón ignoraba por com-
pleto, y era que sir Jacobo Nively se hallaba
narcotizado.
Creía sencillamente que se habrían contentado
con atarle y amordazarle para impedirle huir
y gritar.
Pero por muy apretada. que esté una mordaza,
permite, sin embargo, que pase algún sonido o
aunque no sea más que un gemido ahogado.
Creyendo esto, Timoleón se paraba y se ponía
y ,
a escuchar. Y no oía absolutamente nada,
¿Si le habrán matado ?—se dijo.
Sintió que un sudor frío humedecía su frente.
El Pastelero seguía alumbrando con la vela.
Echó mano otra vez Timoleón al manojo de
ganzúas, y del mismo modo que procediera con
la primera puerta, lo hizo con la segunda. Esta
cedió también en seguida.
¡Oh! ¡Sorpresa!
Timoleón dió un paso, y entró en una cueva
completamente vacía. ¿En dónde estaba sir Ja-
cobo ?
Por un momento, y creyendo que se habría
equivocado, estuvo a punto de retroceder.
No lo hizo, sin embargo, porque vió marcadas
en el suelo la huella de la famosa botina y la
del zapato.
Dió la vuelta alrededor golpeando la pared