Full text: Historia de un crimen (3)

Marchóse el Pastelero, ¡y Timoleón se quedó 
solo al lado de sir Nively, que continuaba ale- 
targado. 
Mientras que Timoleón, eptregado por com- 
pleto a los proyectos de venganza, a la que había 
consagrado toda su vida, urdía y apretaba los 
hilos de su tenebrosa trama, continuaba Vanda 
encerrada en la inexplorable cantera, ape se 
hallaba situada en la llanura de Montfaucon. 
Ya se recordará de qué manera había entrado, 
y que Timoleón la mandara atar antes de aban- 
donarla. 
No se habrá olvidado que al día siguiente 
dió orden Timoleón al Pastelero para que la 
llevase de comer. 
Esta orden pareció inexplicable a la Chata y 
al Pastelero. Á la primera sobre todo, porque 
dijo: 
-—Puesto que la hemos de quitar de en medio 
¿por qué no lo hacemos en seguida? ¿Querrá 
esperar el patrón a que Rocambole la ponga en 
libertad ? 
El Pastelero no pudo solventar las dudas de la 
Chata, porque ño estaba iniciado en los pro- 
yectos de Timoleón. 
Cumplió, empero, la consigna que le había 
dado este último, es decir, la de proteger a 
Vanda contra las violencias de Magdalena la 
Chata. 
Conforme había contado el Pastelero al día 
siguiente a Timoleón, Vanda logró, a pesar de 
sus ataduras, ponerse en pie, con gran esfuerzo, 
preservándose así, al menos, su rostro, cuello 
y hombros, de las mordeduras de las ratas. 
Pasó veinticuatfo horas que fugron horrorosas. 
Una mujer que no hubiese sido Vanda, gritara 
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