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-—Y a eso se debe que duermas bien.
Tenéis razón.
—Pues si quieres aque hagamos negocio. es
preciso que no bebas—dijo Timoleón.
¿Durante mucho tiempo ?
No; dos días.
Es demasiado largo —respondió Felipota sus-
pirando.
Sí; pero cuando termine el asunto, te encon-
trarás con diez amarillos en la palma de la
mano.
Está bien; beberé agua clara; ¿qué es ne-
cesario hacer, patrón ?
Timoleón, que tenía aún el pedazo de yeso en
la mano, dijo:
Mira y entérate bien.
Ya miro.
Aquí debe haber una tapia y un jardín
abandonado.
Sí, es cierto; lo he visto.
Y en ese jardín, un pozo cubierto con unas
tablas.
Me parece que lo estoy viendo desde aquí.
Entre ese pozo y la cantera en que tú pa-
saste las noches, hay otra cantera que llenaron
desde arriba, pero cuya parte inferior está vacía.
Se entra allí por el pozo; sólo que, entre el pozo
y la cantera, hay una puerta que cierra con
Nave.
Felipota escuchaba con mucha atención, por-
que la promesa de diez luises la había puesto
de buen humor y estimulaba su perspicacia.
En esa cantera hay una gran hendidura, que
se convierte luego en un pasadizo subterráneo,
que llega hasta la cantera en que tú dormiste.
Buscando con algo de cuidado en ésta, encon:
Historia de un crimen, —14