sobre las calles de Londres con prodigiosa ins-
tantaneidad.
»A eso de las nueve de la noche se retiraron
todos los coches; muchos transeuntes, temiendo
alguna desgracia si continuaban su camino, se
refugiaron en los establecimientos públicos aun
abiertos, y en ellos esperaron a que la niebla
disipase un poco.
»La niebla, sin embargo, en vez de aclararse,
íbase espesando por momentos.
»Sólo una joven se atrevió a atravesar aquel
océano de bruma, siguiendo en línea recta su
camino con un paso rápido y llevando extendidas
las manos hacia adelante, para evitar un tropiezo
o un choque inesperado.
»Llegó un momento en que tuvo que detenerse
ante la puerta de una taberna, en la que, des-
pués de vacilar un momento, entró.
»Los establecimientos de aquella clase sólo los
frecuenta el pueblo bajo y raras veces persona
de cierta posición entra en ellos.
Una lady o bien una mistress o miss, es decir,
una dama de la aristocracia, o una señora o
señorita de la clase media, en sus diversos grados,
no franquearían nunea sus umbrales, aunque en
cambio les diesen una corona y fuese ésta la de
un imperio.
» Y, sin embargo, la joven entró.
»==¿Podríais decirme, señor preguntó al ta-
bernero,—en qué sitio me hallo ?
»—Estáls en Charing Cross la respondió
aquel hombre, que se quedó contemplándola con
un tanto de asombro. (
» En efecto, la joven, cuya belleza altiva re-
velaba que era una patricia, vestía como suelen
hacerlo las jóvenes que frecuentan el parque