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y mostró, con mucha complacencia sus hercúleos
hombros, lo cual provocó algunos aplausos.
-Este señor que ves aquí —dijo Rocambole,
mata a un buey de un puñetazo.
Sí, es fácil-—dijeron a la redonda.
Así es que si quieres venir con nosotros,
serás bien recibida, hermosa, en las canteras
de Pantin—añadió Rocambole encarándose con
Nora.
-—¿Y darás una tunda a León ?
A León y a cuantos quieran defenderle.
Así me gusta; eres un hombre—dijo Nora.
Pues bien; el hierro se machaca cuando está
caliente. Vamos—dijo Rocambole, y 'dió veinte
sueldos para pagar, y Nora se colgó de su
brazo.
¡Vaya! ¡Buenas noches, señores y señoras |
dijo Milón, y los tres salieron, despidiéndoles
una salva de aplausos de la asamblea, y cuando
estuvieron en la calle preguntó Rocambole a
Nora.
¿Estás en seco ?
Sí, no tengo un céntimo.
Pues entonces aguí tienes dos. ruedas de
atrás—dijo Rocambole dándole dos napoleones,
y Nora le saltó al cuello.—Oye, estoy dispuesto
a exterminar 2 León; pero hay uno al que tengo
una ojeriza: el Pastelero.
¡Ah! Pues dudo mucho de que le encuentres
1 las Canteras de América, porque no habrá
o jaun.
¿Quién sabe ?—respondió Rocambole, y se
pusieron en marcha, mientras que Milón se de-
Ae
Para que Rocambole lleve consigo a ese en-
gendro, convirtiéndosé en su defensor, es preciso
que tenga una idea.
el
1d