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raba de ella un odio repentino y cuyos malos
instintos se revelaron.
»El desconocido la cogió la mano.
»—Miradme bien—la dijo.
» Pasaban en aquel momento bajo un farol de
gas, cuya luz tenía bastante fuerza para atrave-
sar la niebla e 'iluminar el rostro del acompa-
ñante de miss Elena.
Os amo, miss Elena—dijo aquel hombre
singular.
»-- ¡Oh! -—exclamó la joven con voz ahogada.
»—0Os amo y quiero que seais rica... deseo
abatir a aquellos que trataron de pisotearos.
¿Cómo se llama y quién es vuestro padre, miss
Elena ?
Mi padre es el comodoro Perkins.
Está bien; ya oiréis hablar de mí-—dijo
el desconocido.
Estamos en Piccadilly; llamad a ese police-
man cuya antorcha se ve a través de la niebla
y Os enseñará vuestro camino.
Adiós, miss Elena, 0s amo... ¡ Hasta muy
pronto |!
» Y se atrevió a cogerla por el talle y a darle
un beso ardiente en Tos labios.
»Miss Elena dió un grito.
»El desconocido había desaparecido ya entre
la negra espesa niebla que la luz del gas apenas
podía atravesar.
V
«¿Cuáles fueron las consecuencias de aquel
encuentro ?-—decía el manuscrito de Roberto.
Esto fué y Zontinaará siendo siempre un
misterio, :
.»Algunos meses después se había podido ver,
|
ir