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compras necesarias para su canastilla de boda.
» Y miss Elena se quedó sola al lado de su
padre.
»Estaba muy cambiada.
»A sus colores vivos y sanos había sucedido
una palidez mórbida; negras ojeras rodeaban
sus ojos y andaba con mucho trabajo, quejándose
constantemente de dolores y formando este pre-
texto para no vestirse nunca.
»Vestía casi siempre anchas batas y pasaba
los días reclinada en una dormilona, en la gran
sala de aquel vetusto y triste caserón, en el
que el veterano marino se había confinado.
»Por otra parte el comodoro Perkins se ocu-
paba muy poco de miss Elena, preguntando ape-
nas una vez al día noticias de su estado, no pre-
ocupándole más que la llegada del correo de
Londres, que todos los días le llevaba una carta
de su idolatrada Ana.
»La servidumbre del antiguo jefe de marina
era muv numerosa.
»Se componía de un mayordomo llamado Ri-
cardo y de su esposa, de un ayuda de cámara,
un tal Frantz, de origen alemán y algunos cria-
dos subalternos formaban la servidumbre de es-
caleras abajo, que no hablaba jamás con sus
amos, y apenas salían de las cocinas. >
»Frantz parecía muy adicto a miss Elena y,
sin embargo, hacía muy pocos meses que se
hallaba al servicio de sir Perkins.
»Su entrada en la casa se verificó pocos días
después del encuentro de miss Elena con el
desconocido de la taberna.
» Todos los días salía Frantz a la misma hora
y se dirigía a la lista de Correos, en donde
solía recoger con frecuencia, alguna carta que
entregaba ocultamente a miss Elena.