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elaterra el día en que Frantz estranguló al como-
doro, heredó entonces su inmensa fortuna. »
Así terminaba el manuscrito de Ricardo en el
que se notaban algunos puntos obscuros, entre
ellos lo referente a los motivos que habían im-
pulsado a miss Elena a educar a su hijo lejos
de ella.
Rocambole contaba con su extraordinaria sa-
gacidad para ponerlos en claro.
En el momento en gue acababa la lectura,
daban las doce.
En las paredes y en el suelo del gabinete se
reflejaba un alegre rayo de sol,
Es indudable—se dijo—que en un tiempo
como este María Berthoud no dejará de acom-
pañar a su anciano padre a las Tullerías. ¿Y
quién sabe si miss Elena tendrá también deseos
de ver a escondidas a su futura nuera ?
Dicho esto llamó Rocambole a Milón.
XI
El sol suele visitar en muy contadas ocasio-
nes la calle de la Courdiére; sin embargo, a
mediodía yen esas épocas. del año en que la luz
inunda todo París, algún rayo de luz del astro
rey se desliza algunas veces. hasta ella arrastrán-
dose por cima de los techos de las casas vecinas.
De todas las calles de París es-quizás la más
triste, porque la tristeza está precisamente en el
contraste.
Situada esa calle en medio de un barrio popu-
loso y animado, tiene todo el aspecto de la vía
de una necrópolis.