Hay en París o en Londres, que a punto
fijo no lo sé, alguien que maneja los billetes de
mil francos, con más abundancia que nosotros
las monedas de diez céntimos, y que hará nuestra
fortuna a cambio de la mujer que vive con el
Muñeco. ¡Vamos allá!
-¿A dónde ? —preguntó el Pastelero.
A la calle de Vert-Bois, ¡pardiez!
Dijo Timoleón, enderezando sus hombros en-
corvados, y recobrando por un momento sus ar-
dores juveniles.
Cogió al Pastelero por el brazo, y se lo llevó
hacia el «faubourg» Poissonniére.
—No hay que fiarse—observó el Pastelero,—
porque el tal Muñeco es más ladino que una
garduña.
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Que me conoce y sabe que no puedo ver a
su patrón.
No hay necesidad de que te vea. Enséñame
la casa, y con eso basta.
Y Timoleón se dijo:
¡Ay de tí, Rocambole, ahora que mi hija
duerme bajo la tierra helada, porque no tengo
miedo a nada, y hago el sacrificio de mi vida
para saciar.mi venganza!
XVII
¿Cómo y por qué el Muñeco y Gipsy se ha-
bían ocultado en la calle de Vert-Bois ?
Esto es lo que vamos a explicar en pocas pa-
labras.
Al regresar a París, hízose Rocambole un
razonamiento muy sencillo y de una lógica rigu-
rosa, al menos en la apariencia.