Full text: Historia de un crimen (3)

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colgó su muestra en el portal. Hecho esto, se 
marchó. 
Y una hora después volvió. 
¿Seríais tan amable que me dejaseis un 
momento la llave? Quisiera tomar la medida de 
las ventanas para hacer las cortinas. 
La cosa era tan sencilla que el frutero no 
se negó. 
Subió el vejete, se encerró en sus habitacio- 
nes y después de haber estado escuchando un 
momento se convenció de que el tabique que 
separaba su cuarto del otro en el que había 
visto a los “dos jóvenes, era muy delgado. 
El ruido de las voces pasaba de una parte a 
otra. 
Arrancó con mucho cuidado un trozo de pa- 
pel del que cubría el tabique, papel que, por 
otra parte, se estaba cayendo a pedazos, AE 
cando del bolsillo un taladro de carpintero em- 
pézó a hacer un agujero. 
Cuando comprendió que le faltaba muy poco 
para llegar al otro lado, suspendió su trabajo. 
Por hoy ya es bastante—se dijo. 
Volvió a colocar el papel sobre el agujero y 
pasó el pie sobre el yéso que había caído sobre 
los ladrillos para ennegrecerlo y darle la apa- 
riencia del polvo. 
En el momento en que, después de entregar 
la llave al frutero, se iba calle abajo, entraba 
una mujer en ésta. 
Cubría su cabeza una cofia pequeñita; sobre 
un vestido ajado de seda, llevaba un gabancito 
encarnado. Peinada además de una manera ex- 
traña, tenía las medias cascarientas, y como se 
ecogía el vestido más de lo necesario, parecte 
iquella mujer, que era joven y muy linda pos 
jerto, una de esas bellezas averiadas que fava
	        
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