Tengo miedo,
—¡ Imbécil!—respondió Rocambole,
Y le enseñó las culatas de las pistolas, diciendo
en alta voz:
—Váis á esperarme aquí.
Y se marchó, subiendo al'coche en que le es-
taba esperando Felipota.
—Ahora, á las alturas de Chaumont—dijo al co-
chero,
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Conforme dijimos, no vió TFelipota Sin inquie-
tud que el mayor Avatar se dirigía á la casa en
que vivía ¡Timdicón.
Era muy probable que de haber tenido los dos-
cientos luises en su poder, no hubiera esperado
y sí huído mientras que Rocambole entraba en
fa tienda del frutero.
Pero Rocambole no había querido adelantarle
nada, y tuvo que esperarse,
Ocurriósela también una idea que calmó su an-
siedad, y que no estaba desprovista de lógic