Vanda seguía viviendo en el hotelito de la ave-
nida de Marignan.
Desde hacía quince días que en aquella casa
de aspecto tranquilo y aristocrático, se habían des-
arrollado una porción de misteriosos aconteci-
mientos.
Más de una vez, y á esa hora en que los Cam-
pos Elíseos se quedan desiertos, veíase parar un
carruaje ante la verja del hotelito.
Del carruaje se apeaban unas veces un hombre
y en algunas ocasiones una mujer,
Algunas veces solían ir los dos juntos.
Los vecinos del barrio habían tenido ocasión
de ver, durante el día, á una señora bastante jo-
ven que paseaba por el jardín.
Era Vanda.
Con mucha frecuencia habían visto también en-
trar á un criado que tenía colosal estatura y el
pelo blanco.
No hay, que decir que era Milón,