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Rocambole siguió adelante.
Algunos momentos después, llegaban á aquella
cantera cuya explotación se había hecho á cie-
lo abierto, y Vanda dió un grito de alegría,
Acercóse Felipota ante la hoguera, y empezó á
soplar los tizones medio apagados, sobre los que
arrojó un brazado de malezas y hojas secas.
Las malezas se encendieron, y su llama produ-
jo cierta claridad á su alrededor.
Una sola ojeada le fué suficiente 4 Rocambole,
para comprender que le sería imposible ensan-
char el agujero formado en la roca, á través del
que veía á Vanda.
Esta, le dijo:
==Como supondrás, no fué por ahí por donde
entré.
Y le contó la historia de lo ocurrido en el pozo,
describiendo minuciosamente el corredor subterrá-
neo cerrado por una puerta maciza y sólidamen-
te cerrada.
—Está bien—dijo Rocambole,—echaré abajo esa
puerta con el pico.
Felipota se apresuró á decir:
—Sé un medio mucho más sencillo para libeye
tar á esta señora.
——¿ Cuál es?
—"¿No vísteis — preguntó la vieja encarándose
con Vanda,—una especie de andamiaje en lo alto
de la cantera, y que forma el techo de ésta? Pues
bien, con unos cuantos azadonazos, se consegui-
rá abrir otra vez la primitiva entrada de la ca-
verna, y con la cuerda que el señor trajo...
—Tiene razón esta buena mujer—dijo Rocam-
bole.
Cogió Felipota un tizón, y dijo:
—Venid, que alumbraré y os enseñaré el py-
mino.
Siguióla Rocambole, y mientras tanto Vanda, se