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arrastró por el paso subterráneo, de modo que
volvió á bajar á la cantera,
Dijimos antericrmente, que la primitiva entra-
da de la cantera, estaba á igual distancia del pozo
y. de la otra cantera á cielo abierto, en la cual
Rocambole penetró un momento.
Empezó por apartar á un lado las malezas, y
poco después encontró una excavación poco pro-
funda, á la cual bajó.
Golpeó con el pie, y sintió que el suelo reso-
naba bajo sus pisadas, lo que anunciaba la exis-
tencia de una cavidad.
En seguida empezó á hacer uso del pico, y con
algunos golpes, consiguió arrancar una piedra
muy grande, á la que siguieron varias otras. :
Apareció entonces un agujero, y, las piedras ca-
yeron con un ruido sordo,
—|Vanda!—gritó Rocambole,
De las tenebrosas profundidades del abismo su-
bió una voz.
—¡Aquí estoy !—contestaron.
Rocambole desenrolló la cuerda, y ató uno de
sus extremos á una roca que se hallaba al otro
lado de la excavación. Cuando tuvo la seguridad
de que estaba sólidamente atada, dijo á Felipota:
—Quédate aquí al acecho mientras bajo, por-
que esa pobre señora debe estar extenuada de can-
sancio y de debilidad, y no podrá subir sola,
En aquel momento tuvo. deseos Felipota de pe-
dir su dinero; pero le contuvo el temor de que
Rocambole tuviese alguna desconfianza, y sospe-
chase la existencia de la emboscada con tanta ha-
bilidad preparada.
Cogió Rocambole la cuerda y bajó con la agili-
dad y destreza de un funámbulo, y Felipota pudo
ver cómo la cuerda se ponía cada yez más tirante
con el peso del cuerpo.
De pronto se movieron las malezas que rodea-
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