Full text: Los millones de la gitana (4)

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—Hace cuarenta y ocho horas que vi su cadáver, 
—dijo Montgeron. 
—¿ Venís de Londres?—preguntó Lepervier, 
—No me moví de París, 
—¿Dónde y cuándo lo visteis? 
—In una casa de campo á dos leguas de París, 
—dijo Montgeron, y Lepervier, muy excitado, sacó 
la fotografía que recibiera de Londres y enseñándo- 
sela le preguntó :—¿ Le reconocéis? 
—¡Es él! —exclamó Montgeron.—Ahí está tal cual 
le vi. 
—¡Con menos que esto, hajy suficiente para vol- 
verse loco! —dijo Lepervier poniéndose de pie. 
Miráronse ambos con mutuo asombro. ¿Qué sig- 
nificaba la declaración del vizconde, y qué la úl- 
tima frase de Lepervier? Montgeron fué el prime- 
ro que habló. 
—Por lo que veo, —dijo,—la policía se me anti- 
cipó, y esa fotografía es una prueba de que mien- 
tras me reponía del letargo, que fué consecuencia 
de mi aventura, se hicieron pesquisas en Bellevue 
en casa de la Hermosa Jardinera y se consiguió 
descubrir el cadáver de mi amigo Maurevers. 
—Ante todo, señor vizconde, he de manifestaros 
que no sé ni una palabra de lo que me decís, — 
dijo Lepervier interrumpiendo bruscamente á 
Montgeron que se puso en pie á su vez retroce- 
diendo 'un paso y replicando: 
—¿Cómo se explica, entonces, que si no hallas- 
teis el cadáver, tenéis en vuestro poder esa foto- 
grafía? 
—Supongo que no estaréis loco, —dijo Lepervier 
fijando en Montgeron, una mirada interrogadora, 
—y que yo estoy cuerdo; pues bien| á ¡pesar de eso, 
hay que creer que ambos tenemos trastornada la 
razón. ¿Visteis el cadáver de Maurevers? 
—En Bellevue, en una casa que pertenece á una 
mujer, á la que no conozco más que por la Hermo-
	        
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