Full text: Los millones de la gitana (4)

en la calle tlel Temple, sesenta y nueve, —dijo Gros- 
jean, y suspirando añadió:—Yo creí que los seño- 
res eran unos parroquianos. 
Cogióle Lepervier del brazo y, se lo llevó á un 
lado diciéndole: 
—A lo que veo es preciso que os haga saber quién, 
soy. 
Grosjean le miró con asombro. 
—Me llamo Lepervier y soy jefe de sección en 
la brigada de Seguridad. 
Estremecióse Grosjean, pero con asombro tan in- 
genuo, que Lepervier se admiró al ver que le mi- 
raba como diciendo: 
—¿Y qué tengo yo que ver con la policía? 
—Si, como supongo, sois un honrado comercian- 
to,—siguió diciendo Lepervier,—y completamente 
extraño á los hechos que motivan mi presencia 
aquí, sentiría en el alma causaros la menor moles- 
tia, —el asombro de Grosjean, se trocó en estupor, — 
mas es preciso que cumpla con, mi deber, pues ten- 
go orden, de registrar 'aquí. 
—¡Aquí! ¡En mi casa! 
—0O más bien en casa de la señora Leveque á la 
que creí hallar aquí, por lo tanto, —concluyó Le- 
pervier con 'uun tono franco, —no demos escándalo 
y recibidme en vuestra casa, en compañía de estos 
señores como si fuesen unos amigos, y procederé 
al registro, 
Polidoro Grosjean no podía dominar su turba- 
ción; estaba muy encarnado y algunas gotas de 
sudor humedecían su frente cuando al fin pudo 
murmurar muy emocionado: 
—Durante treinta años estuve establecido como 
horticultor de Saint Mande... Me conoce todo el 
mundo y ¡jamás inspiré sospechas... soy un hombre 
honrado y creed... 
— Creo, — interrumpió cortesmente Lepervier, — 
elo
	        
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