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cadáver del marqués fué objeto de la pública cu-
riosidad. El depósito judicial estuvo abierto desde
las nueve de la mañana á las cinco de la tarde. El
policeman Waston, al que encargué que permane-
ciese al lado del cadáver para que me énterase de
lo que ocurriese, me dijo más tarde que muchas
personas le habían reconocido. Uno de los que lo
hicieron fué un miembro de la aristocracia, lord
C... que pasa los inviernos en París que, al verlo
exclamó :—¡Es un francés! El marqués Gaston de
Maurevers.
»A este siguió una señora que posee un hotel
en Hampsteadt y que declaró que había estado hos-
pedado en su casa. El policeman tomó nota de lat
señas de su casa, y habiéndomelas dado, ayer noche
me presenté en ella. Me enseñó la habitación que
ocupara el marqués y en que después no habitó na-
dio. En la chimenea se veían señales de haberse
quemado algunos papeles, y pude recoger algunas
pavesas esparcidas entre la ceniza. En una de ellas
que os envío, y que, como podréis ver, está escrita
con letra de mujer, se pueden leer con claridad es-
tas palabras: s
Vuelve, amado mío, que te perdono...
»Ayer tarde obtuve, al fin, la autorización nece-
saria para recoger hoy á las nueve el cadáver con
el fin de embarcarlo y transportarlo á Francia y,
como temía que se descompusiese, me puse de
acuerdo con un médico muy hábil para que le hi-
ciese una incisión en la carótida é inyectarle una
solución de tanino. Esta mañana, cuando terminé
todas las diligencias y mis preparativos de viaje,
se presentó en mi alojamiento el policeman Was-
ton y meanunció la desaparición. Sin embargo, te-
niendo en cuenta ciertos indicios, hemos creído po-
der reconstituir el hecho.