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¡Y dirigiéndose al animal, añadió:
—¡Busca á Timoleón! ¡Búscale! ¡Busca!
El perro se acercó á la puerta.
El Muñeco se vólvió á Milón.
—Esta joven tiene razón—dijo.—El frutero y el
Muerte de los Valientes, se encargarán de guar-
dar al inglés hasta que volvamos tú y yo. Habrá
necesidad de atarlo un poco, y si hace ruido...
—Se hará uso del mazo ¿no es esd?—dijo el
frutero,
—SÍ,
—Pero ¿y nosotros?—preguntó Milón.
—Nosotros vamos á seguir á Marta, es decir, á
su perro, y si encontramos á Timoleón, será pre-
ciso que nos diga á buenas ó á malas, en dónde
está nuestro jefe—dijo el Mufñieco.
La hermosa Marta, cogió la hopalanda, y se la
hizo olfatear distintas veces al perro, que seguía
aullando con furor, fijando sus encendidas miradas
en la puerta,