Full text: Los millones de la gitana (4)

2. 
E Y 
trance marcharse á la calle, y la joven pasaba gran- 
des trabajos para contenerle. 
—Supongo que te echarás las pistolas al bolsi- 
llo—dijo Milón al Muñeco. 
—Las pistolas meten mucho ruido—respondió el 
joven,—pero, en fin, como no se sabe lo que pue- 
de suceder... 
Y se guardó un revólver en el bolsillo del pan- 
talón. 
Con el reyólver, cogió un puñal. 
=Eso vale más. 
—Casi tengo ganas de cambiar el mío por el 
mazo que tiene el Muerte de los Valientes—dijo 
Milón. 
—No; es inútil. No conviene que verdamos tiem- 
po, ¡en marcha! 
“Y á dónde vamos? 
“En busca de Timoleón—contestó el Muñeco. 
¿No valdría más que fuésemos en busca de 
Rocambole?—indicó Milón. 
—No. 
—¿ Por qué? 
—Una de dos—dijo el Muñeco: —ó el jefe no 
corre ningún peligro y vale más apoderarse de 
Timoleón, que estorbarle á él en sus planes, ó 
al jefe le amenaza ese peligro que tú temes, y 
entonces es Timoleón el autor de todo lo que pasa. 
—Es verdad—dijo Milón. 
—Por consiguiente, apoderándonos de “Pimo- 
león, salvaremos 4 Rocambole. 
—Tus palabras son de oro, Muñeco. ¡Vámonos! 
La hermosa Marta les estaba aguardando en el 
umbral de la puerta de la calle. 
—¿Suelto al perro? 
—¿ Quién lo duda?—contestó el Muñeco.—Pero 
¿podremos seguirle? 
E .uando vaya muy de prisa, le llamaré—dijo 
arta,
	        
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