había recobrado sobre ella la dominación fatal €
irresistible, cuando hacía ocho días figurábase no
amarle, hasta el extremo de temer su regreso,
-S1! ¡Síl—decía, lo mismo que si fuese presa
de un extraño delirio.—¡Te hice traición, soy una
infame, y merezco la muerte! ¡Mátame, pero an-
tes déjame ver á nuestro hijo!
Aquella cuerda había vibrado antes y miss Ele-
na, tocándola por última vez, consiguió calmar
por completo á Ali Remjeh.
La hizo levantar, la contempló durante mucho
tiempo, y al fin, la dijo:
—¡Tan hermosa como siempre!
¡Miss Elena estaba salvada!
Y pasando un momento en muda contemplación,
añadió:
—¡ Quiero matar á ese hombre! ¡Lo quiero! ¿Lo
oyes?
Miss Elena inclinó la cabeza.
¡Abandonaba al mayor Hof!
Y Ali Remjeh continuó:
—Estoy libre al presente, y abdiqué en manos
de un sucesor el terrible poder que ejercí duran-
te tanto tiempo, y que me obligó á vivir alejado
de Europa,
Ya no soy Ali Remjeh el jefe de los éstrangula-
dores, y ahora soy Rustuck Pachá, un hombre “al
que no conocen ni todo el gobierno inglés, mi el
virrey de las Indias. Eres rica... yo también... y
vengo á buscarte...
- ¿Y adónde quieres llevarme? preguntó miss
Elena.
-¡A América! Un buque de mi propiedad me
está esperando en: el Havre.
—¿ Y nuestro hijo?
—fTaremos que venga con nosotros,
—Ten presente que es un hombre hecho y de-
recho, y que se va á casar,