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»Pero hasta el momento en que le hemos visto
salir del harém y dirigirse hacia el schultry, á
cuya puerta hablaban el indostano Mortar y el
negro Hussen, no había hallado más que uno que
accediese á servirle.
»El primero sirvió para embaucar al segundo.
»Al ver Mortar que se acercaba Kugli, guiñó
el ojo.
»—¿Tienes que hablarme?—le preguntó el ne-
gro acercándose.
»—Si—respondió Mortar,
»El eunuco examinó al soldado con el que Mor-
tar estaba hablando poco antes.
»—¿ Quién es ese hombre?—dijo.
»—Un hombre que quiere ir al paraíso de Vich-
nu—respondió Mortar.
»—¿Es eso verdad?—dijo Kugli mirando al ne-
gro Hussen.
»—Es verdad—asintió éste,
»Y su mirada centelleó con bestial sensualidad.
»Era indudable que aquel hombre era sincero
y que haría todo lo que había prometido.
»El eunuco y los soldados permanecieron lar-
go rato en el schultry bebiendo té y ron y po-
niéndose de acuerdo y tomando sus disposiciones
para la noche siguiente.
»El eunuco volyió al harém y esperó á que lle-
gase la noche.
»Como de costumbre, el rajah Osmany, que des-
deñaba á todas sus mujeres, había ido á hacer la
corte á la hermosa Dai Koma.
»Y como siempre, ésta le había rechazado.
»Quejábase la joven de su mala suerte cuando
el eunuco, después de marcharse el rajah, se pre-
sentó á ella, diciéndola:
»—¿Por qué llorar, perla de Oriente?