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»Los que lo hicieron fueron dos hombres que
entraron en la estancia.
»Mussami luchó enérgicamente, pero fué derri-
bado,
»Al mismo tiempo la manta sofocaba sus gritos.
»Cuando estuvo en el suelo uno de los hombres
le ató los pies y las manos con esa ligereza y,
habilidad propia de los indios que parece prodi-
glosa.
»Al mismo tiempo le metieron en la boca una
pelota de trapo y le quitaron la manta que le
cubría,
»Entonces pudo Mussami darse cuenta de su si-
tuación.
»Los dos hombres, eran dos indios de la raza
roja y pudo reconocer en seguida que eran dos
sectarios de la diosa Kali; es decir, dos estran-
guladores.
»Uno, un joven, parecía obedecer como á un
jefe al otro que era de bastante más edad.
»Los dos se aproximaron á mi cama y me die-
ron algunos empellones.
»No desperté, sin embargo.
»Dibujóse en el rostro del joven una rencorosa
Sonrisa y dijo al más viejo:
»—¿Este es el hombre que venció á Ali-Remjeh?
»—Sí—contestó el viejo. y
»—¿Lo estrangularemos ?
»—Sabes muy bien que nos han dicho que nues-
tras cabezas responden de la suya.
»—Es verdad—exclamó el más joven,—y es una
lástima.
»El viejo apretó con fuerza mi mano entre las
Suyas y me quitó el anillo que llevaba en el dedo.
»Lo examinó atentamente y exclamó:
»—¡Este es!
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