Full text: Un drama en la India (6)

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»Viajamos todo el día; á la caída de la tarde 
el palanquín se paró. 
»Entonces el agente de Iippo Kuno separó de 
Duevo las cortinas del palanquín. 
»Nos encontrábamos en medio de una vasta 1la- 
Dura desierta, en la ladera de la pradera. 
»Los negros que iban montados en caballos se 
apearon, y mi compañero me hizo bajar del pa- 
lanquín, y continuando con su risa burlona me 
dijo: 
»—lenaréis necesidad de estirar las piernas; ya 
tstamos en el límite de la pradera virgen. 
»Y nos sería imposible atravesarla en el palan- 
quín. 
»Seguidme—me dijo en tono imperativo. 
»Como llevaba las manos atadas y mi guía lle- 
Vaba siempre el revólver en la mano, toda resis- 
tencia hubiera sido inútil; era exponerme á la 
Muerte y á una muerte inútil para aquél á quien 
yO quería servir. Ásí es que seguí á aquel hom- 
bre sin resistirme. 
_»Los dos negros, después de haber atado á un 
árbol los caballos, marchaban á nuestra espalda. 
»Nos internamos en la pradera, por donde an- 
duvimos próximamente una hora. 
»El día declinaba ya y la noche estaba muy pró- 
Xima, cuaudo llegamos á un espacio libre en me- 
dio del cual había un árbol gigantesco cuyas ra- 
mas llegaban al suelo, 
»Comprendí entonces la suerte que me esperaba; 
aquel árbol era el manzanillo, cuya sombra da 
la muerte al que confiadamente descansa bajo ella, 
Y el que pasa una noche baio sus ramas, es para 
Bo despertar jamás. 
»El hombre que servía á Tippo Runo me dijo 
Con siniestra risa: 
»—Al fin hemos Legado, 
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