Full text: Un drama en la India (6)

—¿ Como dijísteis ? 
—¡Rocambole!—repitió el Muñeco. 
Frunció Vanda el entrecejo y su frente se ple- 
gó, cogióse la cabeza entre las manos, como si 
hubiese querido coordinar todo un mundo de es- 
parcidos recuerdos. 
El esfuerzo fué, sin duda, muy grande para ella, 
porque de pronto dió una carcajada, diciendo: 
—¡No me acuerdo! 
En la misteriosa sala había un piano. 
Vanda se dirigió hacia el instrumento y lo abrió. 
Sentóse después en el taburete y sus dedos se 
deslizaron con mucha agilidad sobre el teclado. 
Inmóvil y con la frente sudorosa, murmuró el 
Muñeco: 
—¡Loca! ¡Está loca! 
—Como lo estarás tú dentro de unas cuantas 
horas—exclamó de pronto una voz á sus espal- 
das. 
Se volvió. 
La Hermosa Jardinera se hallaba en el dintel 
de la puerta. 
—¡Miserable!—gritó el Muñeco queriendo arró- 
jarse de nuevo sobre ella, 
Sus piernas se negaron á sostenerle, y por más 
esfuerzos que hizo, no pudo dar ni un paso. 
Se le figuró que entre ambos se elevaba una ba- 
rrera invisible. 
La sonrisa burlona desapareció de los labios 
de la gitana, que dijo con mucha gravedad: 
—Escuchadme. 
—¡Miserable!—repitió el Muñeco. 
Entre tanto, continuaba Vanda sin oirlos y pa- 
sando las manos sobre el teclado, 
Y la Hermosa Jardinera añadió: 
—Quisistes entrometerte en asuntos que no eran 
Drama en la India—2 
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