Full text: Un drama en la India (6)

En el fondo del calabozo y acurrucado sobre 
un montón de paja fétida se hallaba un viejo 
descarnado, cubierto de andrajos y, cargado de ca- 
denas. 
Un viejo que, al ver presentarse á la gilana, 
cruzó las manos y dijo con voz lastimera: 
—¡Gracia! ¡Gracia! 
No estaba loco; gozaba de la plenitud de su 
razón y tenía conciencia de las torturas sin fin 
que experimentaba. 
—¡Ah! ¡Me pides que te tenga compasión !—ex- 
clamó la gitana con siniestra risa.—¿La tuvisles 
tú de Perdido? 
Y volviéndose hacia el Muñeco, añadió: 
—Puesto que leiste el manuscrito de Turquesa, 
debes saber quien es ese hombre, ó mejor de- 
monio. 
Es el monstruo que nos inculcó á Perdido y á 
mí el odio al marqués de Maurevers; es el duque 
de Fenestrange que fué en otros tiempos á Orien- 
te en busca de abominables secretos. El fué quien 
me enseñó el arte de matar con perfumes y, en- 
loquecer con besos. 
El fué quien armó la mano de Maurevers con 
una pistola é hizo que este matase á Perdido... 
Y se echó á reir como tun engendro del infierno. 
—¡Y creyó escaparse de mis manos! ¡Se figu- 
ró que yo me contentaría con torturar á Maure- 
vers y que le dejaría que gozase en paz de su ven- 
ganza. ¡Ah! 
El imuñeco contempló uno tras otro al ancia- 
no y á aquella furia. 
Esta continuó: 
—Perdido habríase quedado sin venganza si yo 
no me hubiese apoderado de este hombre... que 
me dió oro y colocó esclavos á mi alrededor, y
	        
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