Full text: Un drama en la India (6)

er- 36 — 
Tampoco tengo intención de mandar que te cor- 
ten la cabeza ó te hagan pedazos, porque has de 
saber que me repugna la sangre. 
Busqué y encontré un suplicio digno de un 
hombre de imaginación como lo eres tú. 
Siguió el Muñeco mirándola con mucho desdén, 
—Eres instruído y debes saber—prosiguió Ru- 
mia, —que los chinos son maestros consumados 
por lo que hace al refinamiento de la crueldad, 
El duque de Fenestrange, al que vistes hace 
un momento, estudió sus procedimientos y fué 
quien me enseñó el que voy á aplicarte. 
Te condeno á morir privándote de dormir. 
Era el Muñeco muy animoso; había hecho el 
sacrificio de su vida y, sin embargo, no pudo 
por menos de estremecerse, 
—Se suele morir al cabo de cinco días—afía- 
dió Rumia con cruel sonrisa;—¡y en verdad que 
no es cosa larga! 
Dió unas palmadas y, al oir esta señal, acu- 
dieron los verdugos. 
—¡Rocambole!—murmuró el Muñeco en el fon- 
do de su corazón.—¿En dónde estáis que no acu- 
dís en mi auxilio? 
¡VII 
Al presentarse los verdugos les dijo la Hermo- 
sa Jardinera con acento irónico: 
—Haced compañía al señor, 
Y mirando al Muñeco añadió: 
—Vendré de vez en cuando á yer cómo sigues, 
Dicho esto se retiró. 
El Muñeco había luchado y estaba quebrantas
	        
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