Full text: Un drama en la India (6)

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—¡Qué diantre! Sabed que dormísteis durante 
sesenta horas, durante las cuales os hice tragar 
constantemente cucharadas de caldo sin conse- 
guir despertaros. 
Es cierto que tomásteis un narcótico en el vaso 
que os sirvieron, lo que nos permitió curaros vues- 
tras heridas y quemaduras sin haceros sufrir. 
—Todo eso está muy bien, pero no es lo que 
yo quiero—dijo el Muñeco. 
—¿Qué es, pues? 
—¿ Debo permanecer aquí? 
—Rocambole lo dijo: “es inútil que el Muñeco 
regrese á París antes de enterarse de lo que di- 
ce el manuscrito que le dejo. 
—Está bien, me quedaré aqui. 
—Además tengo aquí provisiones, es decir, vino 
y comida; podemos, pues, comer y beber. 
—A fe mía—dijo el Muñeco sonriendo,—que por 
mucha que sea la obediencia respetuosa que de- 
ba al jefe y grande la impaciencia que me domi- 
na por conocer el manuscrito, te confieso que me 
muero de hambre y de sed. 
—Esperadme, entonces—dijo Milón. 
Y salió volviendo poco después empujando una 
mesita ya servida. 
—¿Cómo llamaremos á esto?—preguntó el Mu- 
ñeco.—Que me cuelguen si adivino desde el fon- 
do de este subterráneo la hora que es. 
—Son las doce de la noche—respondió Milón. 
—Siendo así, cenemos. 
—Y voy á cenar en vuestra compañía, porque 
yo también tengo mucho apetito—añadió el an- 
ciano coloso. í 
Había ocurrido un hecho que excitaba tanto la 
curiosidad del Muñeco como el «manuscrito de- 
jado por Rocambole,
	        
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