»Bajo un espacioso cobertizo de bambú, y sen-
tada á la oriental sobre una alfombra riquísima
de cachemira, hallábase la viuda que dirigía en
torno suyo una mirada á la que empezaban á co-
municar extraños fulgores el espanto y la locura.
»Rodeábanla sus parientes, dejando oir extra-
ños cantos, mientras que cuatro bayaderas, pre-
| sa de vertiginosa exaltación, danzaban delante
! de ella.
| »El mayor penetró en el cobertizo y se acer-
có á la víctima,
| NY
l
1 »La mayor parte de los que estaban allí re-
unidos, reconocieron en el acto á sir Eduardo Lin- |
ton, al indio de Benarés, al que habían visto en !
la corte del difunto rajah.
»Unirse al séquito de una viuda á la que con-
ducen á la hoguera, es un honor que se le hace
á su familia y á ella.
y »Debido á esta costumbre, fué sir Eduardo muy,
] bien recibido. :
»Le tendieron la mano y le ofrecieron una pi- 8
pa y dulces secos, mientras que las bayaderas se- .
guían su baile, “y
»Hablando en el más puro sanscrito, se sentó
á la moda oriental, con las piernas cruzadas. al yl
j lado de los parientes y teniendo la boquilla de
, la pipa entre los dientes. N
j »El baile duró hasta la puesta del sol, y cuan- ¿
do las bayaderas cayeron al suelo rendidas de Y