»Fué en esa época cuando un europeo, un fran-
cés, se presentó en la corte del rajah.
»El europeo, el francés, era yo, Rocambole.
»Habíame ido á la India, para entregar á Ingla-
terra al jefe de los Estranguladores (1).
»Cumplida mi misión, hallíbame en disposición
de poder volver á Europa, ó buscar aventuras ba-
jo aquel cielo ardiente, en el misterio de las ori-
llas del Ganges y del Eufrates, que seducirá siem-
pre á los hombres de imaginación y de mi temple. .
»El rajah me acogió con mucha benevolencia,
y hasta llegó á ofrecerme un mando en su ejér-
cito.
»Acepté,
»Pronto me dí cuenta de que excitaba la envi-
dia de Tippo Runo, es decir, del mayor Linton.
»El rajah tenía en éste una confianza ciega.
»Desde el primer día que le ví, me inspiró una
instintiva repulsión.
»—Ese hombre—me dije,—que hizo traición á
Inglaterra, la hará, más tarde ó temprano, al rajah,
»No obstante, veíase colmado de tantos honores
y bienes, que era imposible pedir ni descar más.
»Tenía, sin embargo, un sueño; un desjeo de una
ambición desenfrenada.
» Ser primer ministro, no era nada; quería rei-
nar!
»Por lo general, alrededor de todos los tronos,
sean los que quieran, siempre hay hombres que
conspiran y con mucha frecuencia los conspira-
dores son amigos ó parientes del soberano.
»Osmany tenía un sobrino, hijo de Nijid Kuran
y de una primera mujer que no era Koli Nata.
»En Europa, el hijo del rey sucede á su padre;
en Oriente no, el trono se transmite de hermano
en hermano.
a (1) Véuse «Los estranguladores».—Casa editorial Mancoi.
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