¿—A tres mil leguas de su país, un francés es
siempre un aventurero...
»Y subrayó estas palabras con una sonrisa un
tanto burlona.
»—Y no quiero más prueba de ello, que vues-
tra llegada á la corte del rajah, y vuestro ingre-
so en el ejército.
»—Sea—respondí,—soy un aventurero,
»—Y por eso precisamente, repito, creo que va-
mos á entendernos.
»Esperé aún más.
»La fisonomía astuta y cautelosa de Tippo Ru-
no, adquirió de pronto una gran expresión de
energía,
»—Escuchadme—dijo,—el rajah Osmany, es un
príncipe poderoso, en apariencia al menos.
»—Y un poco en realidad, sin duda—repliqué
con firmeza.
»—Pero es el caso, que el poder de un príncipe
indostano, que está al alcance de Inglaterra, se
halla muy sujeto á vicisitudes.
»—A Dios gracias—repliqué,—el rajah puede re-
sistir durante mucho, tiempo aún,
»—¿Lo crees así?
»—A menos que no le hagan traición...
»>—¡Ah! ¿Os figuráis que pueden hacérsela?
»—¿No se la han hecho ya?
»Y le miré fijamente cara á cara,