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Otras noches la borrachera le daba fiempo pa-
ra meterse en la cama, pero aquella noche los
efectos del vino fueron sin duda, más rápidos,
por cuanto se quedó dormido sobre el diván.
Todavía no se habían despejado los efectos de
los vapores alcohólicos, cuando se oyó un agudo
grito,
Tippo que dormía vestido como hemos visto,
abrió bruscamente los ojos.
El grito que confusamente había oído era un
grito de dolor,
—¡ Rumia !—gritó. $
La Hermosa Jardinera no respondió.
Se levantó en su busca, y vió desde la habita»
ción vecina un cuerpo inerte, tendido en el jar-
dín junto á la salida.
Era la Hermosa Jardinera.
La niebla se había disipado, y á la luz de la
luna pudo ver á Rumia, tendida é inmóvil en el
suelo,