Full text: Los tesoros del Rajah (7)

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>punto, detrás de la iglesia de ¡la Magdalena, situar 
»da al extremo del bulevar. y | 
»Una mujer que no es la que vió anoche, pero 
que es mandada por ella, se le acercará, y sir 
»Arturo Goldery, la seguirá.» 
»El billete no tenía ninguna dirección, 
>Al acabar de leer esta carta, creí que iba Á 
morir de alegría, y pasé todo el día con gran im- 
paciencia, 
»Por fin pasó el día, llegó ¡lla noche, y con ella 
la hora de la cita. 
»Fuí exacto: una mujer cubierta con un velo, 
y cuya cara era imposible ver, se me acercó, 
»—¿Sois sir Arturo?—me dijo en inglés, 
+—Sí respondí, —con voz trémula. 
»—¿Consentiréis en seguirme? 
»—Hasta el fin del mundo,—contesté, y me llevó 
e la mano al otro extremo de la plaza. 
»Allí esperaba un coche, al cual subí. 
sEntonces ella se sentó á mi lado, se levantó el 
velo, y me dijo: 
»—Es necesario que os dejéis vendar los ojos. 
»—¿Por qué? 
>—Porque no debéis saber 4 dónde vais 
>»Vendadme, —respondí, —estoy pronto 4 todo, 
>Me puso un pañuelo en los ojos, y el carruaje 
se puso en marcha. 
»Así seguimos más de una hora, 
»¿A dónde iba? 
»Yo no lo sabía. 
>»Por último, un ruido sordo producido por :ay 
pisadas sobre la arena, sucedió al ruido sonoro 
del adoquinado. 
»—Ya hemos llegado,—me dijo mi compañero 
»En efecto, el carruaie se detuvo, 
»—Dadme la mano, 
s
	        
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