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»—Podéis quilaros la venda.
»Me quité el pañuelo que cunría mis ojos, y
miré á mi alrededor. Estaba en el boudoir donde
la víspera había visto á la mujer de la cabellera
rubia.
»Y oí el ruido de una puerta que se cerraba,
Estaba también solo.
>Los jarrones estaban en el mismo sitio. Me
aproximé, y me fué fácil reconocer las flores.
¿Cada una de ellas tenía propiedades para pro-
ducir el sueño.
»En vano querré luchar y resistir, pero me pa-
sará como ayer, dentro de una 6 dos horas quodaré
dormido.
> Y mañana?—afadí sonriendo.
>Rumia, que conoce las propiedades de estos
perfumes, tal vez ignora que exisien otros para
contrarrestarlos,
»Me resigné 4 esperar para penetrar en el miste-
y rio que la envolvía.
»Permanecí solo diez minutos, pasados los cua-
les, apareció más bella que la víspera,
»Su sonrisa embriagaba y sus labios respiraban
placer; tenía una púdica y provocativa mirada que
trastornaba la cabeza,
»Las cosas pasaron como la víspera. Mi cabeza
fué paulatinamente perdiendo el conocimiento en-
tre sus caricias, y sueño ó realidad, volví á ver el
mismo fantasma de la noche anterior.
»Desde este momento, mi voluntad luchó por
algún tiempo, hasta que las flores hubieron ejer-
cido en mí toda su influencia. Mi cabeza se abru-
maba poco á poco, y entre tanto Rumia me prodi-
gaba sus caricias; mi razón enloquecía por la rca-
lidad, y el fantasma que había visto aparecer. To-
do esto hizo que mi voluntad luchara por más
tiempo con el desvanecimiento, y en aquel estado
wí distintamente el fantasma, Y cuando $8 CgIra-
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